domingo, 6 de mayo de 2007

Hace tiempo ya que no escribo...

Sí, hace tiempo ya que no escribo. Aunque sólo han pasado dos días, para mí ha pasado un mundo.
Ha sido como cuando era pequeña, que dada la falta de reloj y de concepción del tiempo, un fin de semana era interminable; como una semana incluída dentro de la propia semana.

Era a esa edad en la que siempre que preguntas qué hora es o oyes a los mayores decidir a qué hora quedarán, dices que a las ocho. Esa edad en la que a cualquier hora siempre son las ocho. Y tu probabilidad de acierto queda reducida a 1 de 12 ó 2 de 24, pero ¡qué más dá!.

Pues este sábado me he dedicado a ser pequeña de nuevo, a olvidar que existe el tiempo. Quizás para huír de todo, porque ser mayor cada vez es más difícil, y menos mal que aún sé hacerme pequeña.

Todo empezó en el coche, en un Ibiza blanco del año 90, de esos que te hacen plantearte si los de dentro son unos hippies o unos cutres.
Ese Ibiza que es una cajita completamente rectangular, pero desde luego que ha demostrado ser uno de los coches más duraderos del verano del año 90. ¡El Seat Ibiza Especial!

Bueno, pues digamos que acabé pasando la mañana en el campo, en el valle. En un camino alejadillo un poco de los domingueros. Al solecito.
Por supuesto que de primero hubo aperitivo, después de la caminata.

Al fin y al cabo fui un dominguero más, con mi latita de pulpo. Las olivas rellenas, empanadilla, y tabla de quesos. Y brindadndo con agua...
Algo extraño pero aún así bucólico.

Y tras esto, una siesta, acostada en el suelo; escuchando el viento. Escuchando a los árboles.

Hacía tanto que no pasaba por el monte que se me había olvidado por completo la réplica de los árboles y las matas ante el sonido del viento.
Se me había olvidado que en el monte siempre escuchas un sonido sobre los demás.
Tembién olvidé las margaritas, el tomillo y el romero, los vinagrillos...

Pero no importa, porque he vuelto y he recordado. Y he conseguido ese colorcillo que te aporta el resol que te llega al recostarte bajo la sombra de un árbol. Y esa calma, y ese tiempo infinito.

No hay comentarios: