domingo, 19 de agosto de 2007

Pipas, Bocata, Cojines, Coca-cola y Palomitas


Hay tradiciones y costumbres por las que daría, al menos, un pedacito de riñón; y una de esas es el cine de verano. He vuelto de mis ansiadas vacaciones de una semana, esta vez he ido a la playa donde al menos pasé doce años veraneando (desde los dos años hasta los catorce), y donde experimenté muchísimas vivencias. Hacía mucho que no volvía a esa playa, ni a perderme, pero esta vez lo hice, pasee sola, por calles, callejones y algún descampado, donde más que casas o piedras encontraba recuerdos; estuve en la confitería donde compré mi tarta de cumpleaños cuando cumplí tres y aunque parezca mentira, todavía lo recuerdo. Poco había cambiado esa confitería, era el mismo escaparate, los mismos dulces, todo igual; pero, sin embargo había cosas en esta playa que ya no eran las mismas, ya no estaba la misma gente en las mismas casas y tenía un sentimiento de familiaridad y de extrañeza, era como un fantasma del pasado. Miraba todo perpleja, como si mirase un cuadro desde fuera sin percatarme de estar en realidad dentro, hasta que dí con el cine de verano. Era la misma fachada, el mismo cine y la misma familia dueña del cine que siempre conversaba tarde y noche en la puerta, estaban todos ellos, y también un cartel, que anunciaban la demolición del cine para hacer unos preciosos pisos por un módico precio en la nueva urbanización cinenosequé, y fue en este preciso momento cuando mis esquemas mentales comenzaron a tambalearse, ¡no podía ser!, ¡con la cantidad de pipas que me habré zampado allí!. Y empecé a recordar, recordé haber visto "Babar en la selva", "El mundo perdido", e incluso "Mejor Imposible", tantas pelis.... La primera peli en proyectarse era la mejor, la segunda siempre fue más cuestionable, pero al fin y al cabo te entretenías toda la noche.

Como iban a cerrarlo pronto, decidí volver esa misma noche al cine de verano. Sí, es verdad que las sillas son de hierro incómodo pero no hay nada que no solucione un buen cojín, al fin y al cabo, ponen dos pelis por el precio de una y puedes ver la pantalla mientras miras las estrellas y tiras las cáscaras de tus pipas al suelo sabiendo que no lo haces por marrano sino por perpetuar una costumbre de años y años, que toca a su fin el 31 de Agosto de este año.


Sólo espero que cuando sea muy vieja y le hable a mis nietos del cine de verano, no me declaren senil. Es una pena que se pierdan las viejas costumbres.